Hoy quiero compartir con vosotros un
cuento que podéis encontrar dentro de la colección de “Cuentos Para Pensar” de
Jorge Bucay. Este en cuestión se llama “El Buscador” y dice así:
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador.
Un buscador es alguien que busca, no necesariamente alguien que encuentra.
Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando, es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.
Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir (…). Un poco antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó mucho la atención (…).
El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.
Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de este paraíso multicolor.
Sus ojos eran los de un buscador, y quizás por eso descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción:
Una por una, empezó a leer las lápidas. Todas tenían inscripciones similares, un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.
Pero lo que lo conectó con el espanto, fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los 11 años…
Embargado por un dolor terrible se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio, pasaba por ahí y se acercó.
Lo miró llorar por un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No, ningún familiar – dijo el buscador -. ¿Qué pasa con este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños muertos enterrados en este lugar? (…)
El anciano se sonrió y dijo:
- Puede Ud. serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré…
Cuando un joven cumple 15 años sus padres le regalan una libreta, como ésta que tengo aquí colgada al cuello.
Y es tradición entre nosotros que a partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abra la libreta y anota en ella:
a la izquierda, qué fue lo disfrutado… a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo (…).
a la izquierda, qué fue lo disfrutado… a la derecha, cuánto tiempo duró el gozo (…).
Así vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos…. cada momento.
Cuando alguien muere, es nuestra costumbre, abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo sobre su tumba, porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo vivido
Creo que es un pequeño relato que nos
ayuda a pensar que es lo realmente importante en nuestras vidas. Muchas veces a
lo largo de nuestro camino nos olvidamos de disfrutar los días, las
experiencias, las personas que nos rodean…Estamos agobiados por todas las
ocupaciones que tenemos, los problemas no agobian…No somos capaces de vivir el
día a día, siempre pensamos en el mañana, en el sí… ¿Pero cómo llegar a ponerse
en camino si somos nosotros los mismos los que cargamos más peso que el que
podemos soportar sobre nuestras
espaldas? Debemos ser capaces de aprender a disfrutar el “aquí y ahora”, ya que
si no dejaremos muchos momentos felices que poder apuntar en “nuestra libreta
de la vida”.
Personalmente el cuento me ha hecho reflexionar
acerca de lo que ocurriría si yo ahora mismo tuviera “mi libreta de los
momentos felices de mi vida” en mis manos. ¿Cuantos días de mis veintitrés años
aparecerían? ¿Cuántas anotaciones de días realmente felices habría?
Me parece que es una lectura que nos
invita a mirar dentro de nosotros y ver que es aquello que podemos mejorar para
que al final del todo, en el último vistazo a “nuestra libreta” podamos sumar
muchos años en los que no hayamos hecho otra cosa más que vivir intensamente y
ser realmente felices.
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